Aquí publicaré temas de psicoanálisis, cine, literatura. Algo de lo que veo y leo en nuestra ciudad
















jueves, 21 de enero de 2010

La depresión


Y estos son los síntomas que, por lo menos al comienzo, se suelen contar. Pero si aparece el diagnóstico, "usted padece una depresión"” las personas dejan de comentar, ya que parece que, al no tener causa orgánica, los síntomas están menos justificados, y los afectados llegan a sentir cierta vergüenza. Menos compartidas con el entorno, ya sea familiar o social, son las ideas que inundan los pensamientos de la persona deprimida. La falta de sentido de la vida, que termina transformándose en una idea de suicidio, muchas veces como salida al sufrimiento o para evitar sufrimiento a la familia. Las personas se dirigen fuertes autorreproches, se acusan de no haber sido tal o cual cosa, de no haber hecho… En resumen, de no cumplir con ciertas expectativas que ellas mismas o sus padres tenían.
En personas jóvenes esta problemática se despierta a veces frente a la decisión de tener o no hijos. La frase “no tendré hijos para que no se avergüencen de mí”, esconde una idea sumamente penosa, y nos hace pensar que,  como no podemos saber qué sentirán los hijos que aún no se han tenido, los sujetos hablan, más bien, de su propia experiencia como hijos en relación a sus padres. Y sobre todo al hecho de sentirse culpables por haberse avergonzado o no haber valorado suficientemente, en el pasado, a sus progenitores.
Estos son algunos de los sentimientos que acompañan a las personas deprimidas y que, por su contenido, son difíciles compartir con la familia, produciéndose un efecto que se añade al propio padecimiento, y es el progresivo aislamiento de la persona deprimida de su entorno, lo que favorece tanto el agravamiento de los síntomas como su cronificación.
Por eso ni los familiares no deben sentirse culpables de no poder “hacer más” por sus seres queridos afectados, ni los depresivos reprocharse sus dificultades para salir adelante solos.


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