Es muy difícil sustraerse a la
idea de que conocemos de antemano lo que vamos a escuchar: ¡Si siempre dice lo
mismo! Es una frase que cualquier relación en crisis pone en juego. Sin
embargo, como ocurre en múltiples situaciones de la vida, lo que ha ocurrido
"siempre" no tiene por qué ocurrir de nuevo: que hayamos aprobado
todos nuestros exámenes no garantiza que aprobemos el próximo, ni que hayamos
suspendido nuestra primera prueba del carné de conducir asegura que
suspenderemos la siguiente.
El otro problema que genera esta
manera de pensar es que si adelantamos lo que nos dirán, si estamos seguros de
lo que oiremos, no le damos oportunidad a quien nos rodea de darse a conocer:
"Crees que lo sabes todo de mí", por ejemplo, puede ser tanto una
frase de un hijo adolescente como de una pareja, que reclaman el derecho a ser
escuchados sin prejuicios. Porque no olvidemos que todas esas ideas o sensaciones, acerca de que
"ya sabemos", "ya conocemos", "ya sospechábamos",
no dejan de ser pre-juicios. Juicios previos que disminuyen nuestra capacidad
de escuchar lo que las personas tienen que decirnos. Las obligan a ejercer
algún tipo de violencia para ser escuchadas. Y en esos casos las peleas se
hacen frecuentes. Las discusiones y los ataques personales más fuertes. Porque
imaginaros: si creo que sé lo que el
otro va a decir, le condeno a ser quien yo pienso que es. Aunque sea
aparentemente para bien (creo que eres lista, o genial, o creo que no serías
capaz de engañarme o lo que sea), lo importante es que no me relaciono con la
persona real, sino con un fantasma. Y a nadie le gusta serlo. Y le obligamos a
demostrarnos quién es en realidad, aunque sea por la fuerza. Los prejuicios son
imposibles de eliminar, porque cumplen una función tranquilizadora. Y no se refieren
a las razas de las personas o a su
identidad sexual exclusivamente, como podríamos creer. Operan en todas las
esferas de nuestra vida, creando barreras entre nosotros y quienes nos rodean.
Se trata de reconocerlos, y solucionar, en cada caso, las situaciones que nos
crean: aislamiento, falta de comunicación con las personas queridas. Distancia.
Sólo así podremos comenzar a escuchar a quienes nos rodean.
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