Pero puede suceder que un día experimentemos un fuerte dolor en
el pecho, la agobiante sensación de que no podemos respirar.
No entra el aire suficiente. Incluso, la sensación de que nos desva
necemos. Y acudimos a urgencias, nos revisan, nos dicen que no
tenemos nada y que se ha tratado de un ataque de ansiedad.
Muchas veces, en estos casos, la persona no siente que
está en un a situación que justifique dicha ansiedad. Y con el
tiempo se da cuenta de que se ha instalado el temor de que el
ataque se repita, cosa que suele suceder. La diferencia es que
sabe de qué se trata. Ya no acude a urgencias. Se sienta y
espera que se le pase. Trata de relajarse. Pero ha perdido
confianza en sí mismo. En algunos casos, deja de ir solo a
los sitios. Se organiza para que alguien le acompañe siempre.
Confesándolo o no. Averigua, si sale de viaje, dónde está el
centro de salud o el hospital más cercano. Si va al cine,
se sienta en el pasillo, para poder salir rápidamente de la sala.
Y es así como la ansiedad se adueña de su vida, independien
temente de la frecuencia de los "ataques".
Se tarda en reconocer como problema, en primer lugar porque
la persona no sabe a qué atribuir la aparición de estos trastor
nos. No ocurren solamente a personas nerviosas por "naturaleza".
Luego, hay una sensación de pérdida de control. Y eso se
vive como un fracaso.Todos estos síntomas nos permiten
reconocer que el cuerpo es un escenario. Las emociones
nos producen sensaciones físicas. Las podemos procesar
psíquicamente, por ejemplo, alguien me atrae, siento una
sensación en el estómago, me sonrojo, y me digo: ¡cómo me
gusta ese chico y se me está notando! O siento la sensación
en el estómago, a continuación siento náuseas y no me
digo nada. El contenido de la emoción permanece desconocido
y sólo registro el malestar corporal. Porque a veces no
sabemos qué nos sucede, y el cuerpo, si le escuchamos,
nos lo dice. Pero a veces esto es difícil, por eso las personas
afectadas por la ansiedad, no suelen reconocer ningún motivo
para el ataque. Salvo sus propias ideas y temores generales a
que se repita la situación. Por eso la sensación de inseguridad,
aumenta: si ya estoy prevenido ¿por qué ahora? ¿Por qué no
ayer o hace cinco minutos? Preguntas que es difícil
que podamos respondernos en soledad.
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