Aquí publicaré temas de psicoanálisis, cine, literatura. Algo de lo que veo y leo en nuestra ciudad
















miércoles, 20 de enero de 2010

La ansiedad


No entra el aire suficiente. Incluso, la sensación de que nos desvanecemos. 
Y acudimos a urgencias, nos revisan, nos dicen que no tenemos nada
 y que se ha tratado de un ataque de ansiedad. 
Muchas veces, en estos casos, la persona no siente que está en un a situación
 que justifique dicha ansiedad. Y con el tiempo se da cuenta de que se ha instalado 
el temor de que el ataque se repita, cosa que suele suceder. La diferencia es que sabe
de qué se trata. Ya no acude a urgencias. Se sienta y espera que se le pase.
 Trata de relajarse. Pero ha perdido confianza en sí mismo. En algunos casos, deja de ir
 solo a los sitios. Se organiza para que alguien le acompañe siempre. Confesándolo o no.
 Averigua, si sale de viaje, dónde está el centro de salud o el hospital más cercano.
 Si va al cine, se sienta en el pasillo, para poder salir rápidamente de la sala. Y es así como
 la ansiedad se adueña de su vida, independientemente de la frecuencia de los "ataques". 
Se tarda en reconocer como problema, en primer lugar porque la persona no sabe a qué 
atribuir la aparición de estos trastornos. No ocurren solamente a personas nerviosas por
 "naturaleza". Luego, hay una sensación de pérdida de control. Y eso se vive como un 
fracaso. 
Todos estos síntomas nos permiten reconocer que el cuerpo es un escenario. 
Las emociones nos producen sensaciones físicas. Las podemos procesar psíquicamente,
 por ejemplo, alguien me atrae, siento una sensación en el estómago, me sonrojo, 
y me digo: ¡cómo me gusta ese chico y se me está notando! O siento la sensación en el
 estómago, a continuación siento náuseas y no me digo nada. El contenido de la emoción
 permanece desconocido y sólo registro el malestar corporal. Porque a veces no 
sabemos qué nos sucede, y el cuerpo, si le escuchamos, nos lo dice. Pero a veces esto 
es difícil, por eso las personas afectadas por la ansiedad, no suelen reconocer ningún 
motivo para el ataque. Salvo sus propias ideas y temores generales a que se repita la 
situación. Por eso la sensación de inseguridad, aumenta: si ya estoy prevenido
 ¿por qué ahora? ¿Por qué no ayer o hace cinco minutos? Preguntas que es difícil que 
podamos respondernos en soledad.
        

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