En
ocasiones nos llaman para decirnos que les parece, a los profesores, que el
niño padece dislexia y han concertado una cita con el psicólogo de la escuela.
Y no sabemos si es grave o no… Si tiene cura…
Como en
todas las dificultades, es muy importante la detección precoz, pero hay que
observar al niño un tiempo para no confundir dislexia con las dificultades
normales de aprendizaje. Porque de eso se trata en la dislexia: niños de
inteligencia normal, sin problemas físicos, y que aprenden más lentamente según
lo que podríamos esperar según su inteligencia.
Tienen
problemas para distinguir las letras, confunden derecha e izquierda, a veces
escriben en espejo, escriben del mismo modo palabras que sólo suenan parecido.
Los síntomas son variados, y a veces comprenden cuestiones relacionadas con la
facultad de hacer series de números, de cosas. Contar, multiplicar.
Estos
niños se atrasan en su aprendizaje, y no siempre pueden recibir la ayuda
apropiada de los profesores, agobiados por el número de niños de cada clase, y
sin tiempo para dedicarse a los que se salen de lo esperado.
El niño
se siente mal, porque los resultados no acompañan sus esfuerzos. Ya que no se
trata de que repitan los ejercicios que hacen todos, y en los que fracasan,
sino de encontrar la tarea apropiada a su problema. Por eso es importante un
buen diagnóstico, ya que los problemas en el colegio se trasladan a la vida
cotidiana, en la percepción que tiene el niño de sí mismo, con las
consecuencias para su vida familiar y social. Por eso muchos niños disléxicos
presentan problemas de conducta, de retraimiento, y en algunos casos, de
agresividad. Por eso es necesario consultar con el especialista, ya que no es
un problema al que el niño, solo, pueda hacer frente. Ni tampoco que se
solucione con más horas dedicadas en casa al estudio, con el consiguiente
desgaste familiar.
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