Un autor y sus lectores han dejado de tener espacios y tiempos escindidos y diferentes, y por tanto el papel de cada uno de ellos en el camino de la información participa de la naturaleza e instrumentos del otro. El más contundente, en cuanto a eficacia y extensión, ejemplo de ello, por el momento, son, posiblemente, las series de televisión. Sobre todo, las series estadounidenses, cuyo nivel de producción permiten la introducción de elementos que en otros lugares del globo todavía no son posibles: grandes factorías de producción con multitud de trabajadores intelectuales y materiales, capacidad de improvisación ante la intervención de los espectadores, que opinan y generan sus propias propuestas para la historia contada, capacidad de generar versiones diferentes de una misma idea narrativa, etc. Escribir ya no es escribir.” (L.M. Leer ya no es leer/escribir ya no es escribir. Revista Imán, número 4-5)
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