Aquí publicaré temas de psicoanálisis, cine, literatura. Algo de lo que veo y leo en nuestra ciudad
















viernes, 8 de enero de 2010

Vacaciones

Y que lo que soportamos en extraños, por motivos laborales, por ejemplo, no tenemos paciencia para soportarlo en casa. Podemos lidiar con el malhumor matutino de un jefe, o un compañero de trabajo, por ejemplo. Porque no tenemos más remedio, decimos. Pero no lo admitimos en un hijo, o un compañero sentimental. Como si fuera más fácil cambiar de pareja que de trabajo. Aquí se pone de manifiesto que no se trata de convivencia, sino de valores.
Por otro lado, marchar de vacaciones supone adaptarnos a un nuevo entorno. Y auque sea para bien, eso no deja de ser un trabajo. Muchos de nosotros experimentamos cierto nerviosismo al prepara las maletas, al deshacerlas. En los primeros recorridos por un sitio desconocido. Y como nos parece banal, nos resistimos a comentarlo. ¡Cómo explicar que me pone nervioso ir solo a la panadería, porque temo perderme! O que necesito preguntar veinte veces dónde están los ascensores del inmenso hotel al que e llegado...
Adaptarnos a nuevos entornos, físicos, sociales (¡no conozco a nadie!) no es un proceso automático. Hay personas que lo hacen con más facilidad que otras. Tener en cuenta esas características personales, crear un entorno en el que se pueda hablar de ello sin complejos y sin vergüenza, contribuye sin duda a que las vacaciones reales se parezcan a las soñadas.


                                                 
                               

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