Aquí publicaré temas de psicoanálisis, cine, literatura. Algo de lo que veo y leo en nuestra ciudad
















martes, 26 de enero de 2010

El trastorno obsesivo compulsivo II


Si la limpieza de mi casa me preocupa enormemente, es difícil que disfrute de las visitas. Ya se sabe, la gente hace migas cuando come, trae suciedad en los zapatos, deja los vasos fuera del posavasos.
Si me obsesiona el temor a las enfermedades, o a los gérmenes, es evidente que tendré dificultades para salir a la calle: ¿qué mayor fuente de virus, gérmenes, infecciones, que los sitios públicos, el contacto con otras personas? Si soy estudiante, no querré estar en clase, no podré estar en sitios donde haya muchas personas. Tampoco   puedo utilizar el transporte público y si la obsesión avanza, tampoco puedo acudir a visitar a mis familiares, porque no puedo tocar los pomos de las puertas que no sé quién ha tocado antes. Y no puedo utilizar otro servicio que no sea el de mi casa. En fin… y si he tocado algo, o acudido a algún lugar, luego debo higienizarme largamente. Todo esto hace que estas personas finalmente casi no puedan salir de casa, con lo que se dificulta enormemente un trabajo,  unos estudios o las relaciones sociales.
Si queremos pensar en una compulsión, supongamos que un amigo nos ha prestado un dinero, a devolver al cabo de cierto tiempo. Pero de pronto se me ocurre que si no lo devuelvo ya, o al cabo de unos días, algo malo le pasará a una persona de mi entorno…
A partir de allí, da igual que mi amigo no quiera ni necesite ese dinero: debo devolverlo. Y eso es más importante que cualquier cosa, porque de lo  contrario seré culpable de lo que suceda. No iré a trabajar o a clase, intentaré conseguir el dinero como sea, y nada salvo realizar esa acción me dejará tranquilo. O no puedo marcharme de casa sin verificar que están las luces apagadas, el gas cerrado y… Por lo tanto cada salida se prolonga de manera tal que resulta difícil cumplir cualquier horario.
Los padecimientos mentales no dejan de tener cosas en común con los padecimientos físicos: siempre sentimos que nos vienen de fuera, y que no somos responsables de ellos: ¿qué culpa tengo yo de haber pilado una gripe? Si este año hay epidemia y… O: No sé por qué he pillado una depresión, si en la vida las cosas me van bien… tengo familia, trabajo, y con lo que se ve por allí. Así que solemos ir a los profesionales con la idea de: le llevo mi cuerpo, o mi riñón, o corazón y arréglelo, o sáqueme estas ideas como sea… Pero al igual que en las enfermedades sin un compromiso del paciente el médico poco puede hacer, en el trastorno obsesivo compulsivo es decisiva la colaboración de la persona afectada.




                                                    

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