Cuando estoy enamorad@ sufro...
Hay quien se enamora y florece. Está más guapo, o guapa, de buen humor. Su alegría es contagiosa. Quiere participar a todo el mundo de la buena nueva... en fin. Se convierte en un pesado al que es imposible contradecir, sobre todo en lo que respecta a las maravillosas cualidades que adornan a su amado. O amada. Pero hay otras personas para las amar es sufrir. No es difícil saber qué les ocurre: rápidamente lo cuentan. Parece que todo el mundo debiera compartir sus padecimientos. Lo que tienen en común ambos tipos de personaje es que parece que necesitaran público. Como si escucharse hablar certificara que lo que les sucede es verdad. Y, es más, les está ocurriendo a ellos. Así que este segundo tipo ya no habla de su enamorado. Ni tampoco mucho de sus virtudes. Eligen hablar de lo que les pasa a ellos:
Quizá lo que ocurre es que cuando un acontecimiento interior nos "sacude" tanto, no nos cabe en el cuerpo, se nos sale por las orejas... pues eso, que de alguna manera hay que expresarlo. Yo sufro y florezco. Todo florecimiento es también una crisis. O algo así, yo qué sé (la psicóloga eres tú;-)
ResponderEliminarMe gusta la idea del acontecimiento que pide expresarse, salir del cuerpo. Convertirse en palabra. Es que creo que sólo de ese modo se puede transformar en saber, y compartirse
ResponderEliminarInteresante artículo, gracias Mónica.
ResponderEliminarCreo que el amor es un "aprendizaje": uno va aprendiendo a amar, a respetar al otro, a tolerarlo, aceptarlo...
El amor "infantil" es posesivo, mientras que el "adulto" acepta que ni lo somos todo para el otro ni el otro lo es todo para nosotros.
Saludos,
Víctor (un "lector" de tu Blog)
Gracias a tì, Vìctor. Agrego que como el ser humano "guarda" todo, no es raro que aparezcan rasgos infantiles en un amor adulto. Como dices, el aprendizaje no se acaba nunca.
EliminarUn saludo cordial.