Hoy
en día, aún hay muchas mujeres que sólo
se dedican a su casa, y son más aún, las que, trabajando, realizan buena parte
de las tareas del hogar. Así que es sobre todo en ellas en las que podemos
observar cómo la preocupación por la limpieza se convierte en otra cosa.
Limpian, tratan de mantener la casa en orden. Suelen observar nerviosas los
síntomas de que "se vive": migas en el suelo, ceniza, prendas dejadas
de cualquier manera. Están nerviosas, porque no importa cuánto hagan, siempre
está sucio. Y no se puede intentar ayudarlas, porque nadie hace las cosas como
ella. Así que la familia suele dejarlas por "imposibles". O nos
resignamos a sus gritos, o nos terminan por imponer su tiranía: suelen ser
casas donde los niños no llevan a sus amigos, los compañeros no viene a ver
partidos de fútbol en la tele. Muchas veces, si el piso es de esos que tenía
salón y sala de estar, el salón suele ser un espacio muerto, "para no
ensuciar", y la familia se apretuja en la salita pequeña. Cada cosa tiene
su lugar, cada figura su manera de estar colocada, y es fácil saber si alguien
ha tocado algo porque...
Muchos lectores habrán reconocido, en
estas pinceladas, una historia conocida, ya por vivida en la propia casa, u
observada en alguna ajena. Es posible vivir así, y muchos lo han hecho,
pensando que, en el fondo, o son cosas de carácter o pequeñas manías de las
que, en última instancia, nos beneficiamos. ¿A quién no le gusta tener una casa
ordenada, o una camisa impecablemente planchada? Y sobre todo, ya se ha llegado
a la conclusión de que con ciertas cosas, es imposible lidiar, y mejor no
discutir y...
Lo que sucede es que a veces la aprensión
va a más. Una cosa sin importancia, o que en principio no tendría por qué
tenerla, se vuelve fuente de ansiedad y angustia. Puede ser una noticia de
salud, un familiar que acaba de enfermar, un accidente visto en la televisión,
desencadenan preguntas sin respuesta: ¿no me podría pasar a mí? ¿Y si la
próxima vez que cojamos el coche...? Cada vez que alguno de la casa se retrasa,
sólo se piensa en lo peor, cada vez que suena el teléfono por la noche... Y
entonces es cuando la propia persona, o alguno de la familia, deciden que ya no
puede ser cuestión "de carácter" o de "manera de ser", que
esa persona sufre demasiado y mejor consultar.
Los escrúpulos y el afán de limpieza, cuando
son excesivos, son fuente de sufrimiento. Para la persona que los padece y su
entorno.
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