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miércoles, 1 de junio de 2011

La hipocondría


La hipocondría

Casi todos hemos tenido cerca algún amigo o pariente, o conocido con una preocupación a nuestro parecer, excesiva, por su salud. La frase “no estarás un poco hipocondríaco” no es ajena a nuestro vocabulario. Aunque a veces no recordemos la palabra, si nos la dicen, reconocemos su significado. Más aún, si nos miramos obsesivamente un granito, o un lunar, hasta nos podemos decir en secreto… ¿no me estaré volviendo un poco… hipocondríaco?
Porque la hipocondría consiste en eso: exagerar los síntomas físicos, y, sobre todo, dar siempre una interpretación dramática: una tos nunca es un resfriado, o una gripe, sino una neumonía. Una mancha en la piel no es una peca producto de la exposición al sol, sino que, como consecuencia, “justamente”, de esa exposición, y tal como se nos alerta en los medios de comunicación sobre los riesgos del sol, esa mancha, decimos, es el comienzo de una dolencia gravísima. Cuyo nombre no podemos ni siquiera pronunciar, por supuesto.

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