Casi un mes después de la primera entrevista, volvieron.
- Hola. Queríamos venir antes, Pero primero él tuvo un viaje de trabajo, luego pillé una gripe...
- Pero al final... ¡Aquí están!
- Sí, claro. Se puede mirar así o...
- Ella siempre es así: en lugar de ver lo bueno, ve lo malo. Se queda dando vueltas a lo que no hacemos, no podemos, no conseguimos... Mejor dicho: lo que yo no... Que no llegué a tiempo para ver a los chicos, o para llevarla a la compra.
- Mira, a mí no me hagas quedar como la tonta que quiere hacer valer las tareas domésticas. Que si digo que es tan importante poner la lavadora como una reunión de tu trabajo. Nunca lo pensé. Y no lo pienso. Yo estoy encantada con mi sueldito de funcionaria. Pequeño, sí (aquí me mira, desafiante). Pero seguro. Tranquilo, sin estrés. Y con tiempo. Ahora para la casa y los chicos. Pero en cuanto crezcan... Gimnasio, pintura...
- Cuando hablas, siempre parezco un tonto. Ahora soy tonto porque trabajo como un burro. Eso sí, a cambio de una pasta.
- Mira, cuando nos pusimos de novios, no te pregunté cuánto ganabas. Y nunca te dije cuánto tienes que traer. Tú también podías hacer oposiciones.
- Ya sabes que eso no es para mí.
-Pues eso. Que aquí cada uno hace lo que quiere Y punto.
Ella se cruza de piernas y de brazos. Él se mira las manos.
- ¿Creen que podrían decir algo que no se han dicho ... mucho?
Piensan un momento.
- Pues ahora mismo... No sé, no se me ocurre nada.
- Continuamos la próxima.
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