Pero existen asimismo dolencias crónicas. Aún sin ocuparnos de cómo una persona se ha visto aquejada de ellas, podemos nombrar el síndrome del intestino irritable, el asma, el lupus, la fibromialgia, el dolor crónico, diversas formas de artritis. Son enfermedades que se denominan crónicas, porque, dicen los médicos, no tienen cura. Pero que convenientemente controladas, si el paciente sigue las pautas del tratamiento, dejan de ser sintomáticas. El paciente no padece la enfermedad como sufrimiento, Porque lo interesante es que son enfermedades que cursan con ataques, o crisis. Y ahí es donde se vuelve necesario hablar de la depresión. Muchas veces, cuando se produce un ataque violento de asma, o un recrudecimiento del colon, nos encontramos con que la persona había atravesado una época de moral baja. Muchas veces se manifiesta como resistencia a seguir el tratamiento. Dice: “Toda la vida tomando pastillas. ¿Para qué, si no me curaré?”. Cuando ya sabe que seguir con el tratamiento es lo que le permite desarrollar su vida habitual. Cuando estas personas acuden a su médico habitual, suelen atribuir al “estrés”, muchas veces, esos períodos agudos de la enfermedad. Lo que pasa es que es una palabra tan general que muchas veces no dice nada de la angustiosa sensación que invade al enfermo y que al no poder expresarse con palabras recorre el camino ya conocido de su enfermedad corporal.
Es importante tener presente estas cosas en momentos como los actuales, cuando situaciones derivadas de la situación económica, por ejemplo, acrecientan los sentimientos de miedo y se agrava la incertidumbre.
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